En algún lugar de la huasteca, que en realidad no se sabe cuál es por que se rumora en toda ella, había una señora muy conocida que se transformaba por las noches. Hacía una lumbre en el piso y empezaba a brincar de un lado al otro, de un lado a otro, de un lado a otro, y a determinado tiempo de estar saltando esa lumbre, se desarticulaba las rodillas, quedaba sin piernas entonces subía en una escoba y empezaba a volar en busca de niños recién nacidos para chuparles la sangre hasta dejarlos vacíos; se convertía en un animal con lengua tan larga que le permitía atacar al bebé desde muy lejos.
Una noche el esposo de la bruja de la huasteca vio cuando ésta saltaba la lumbre de un lado a otro y no le cupo la menor duda de lo que la gente andaba hablando de ella. Si, él descubrió que su señora era aquel temido y odiado ser del que tanto se hablaba en casi toda la huasteca veracruzana y que tantos males había ocasionado.
Era tan mala y vivía tan hambrienta que hasta a sus propios hijos les había chupado la sangre. Cuando Porfirio la vio brincar, sintió que la odiaba. Ella, la mujer que tanto había sufrido la pérdida de sus tres hijitos era la misma que se los había comido.
Entonces, escondido tras la puerta, espió cuando ella se estaba quitando las extremidades inferiores y una vez que se aseguró de que ya había salido de su casa, le escondió las rodillas en un lugar que sólo él supo, de tal manera que cuando la bruja llegó no las encontró por ningún lado y quedó convertida en un animal sin rodillas hasta que enfermó de tristeza y murió.
Una noche el esposo de la bruja de la huasteca vio cuando ésta saltaba la lumbre de un lado a otro y no le cupo la menor duda de lo que la gente andaba hablando de ella. Si, él descubrió que su señora era aquel temido y odiado ser del que tanto se hablaba en casi toda la huasteca veracruzana y que tantos males había ocasionado.
Era tan mala y vivía tan hambrienta que hasta a sus propios hijos les había chupado la sangre. Cuando Porfirio la vio brincar, sintió que la odiaba. Ella, la mujer que tanto había sufrido la pérdida de sus tres hijitos era la misma que se los había comido.
Entonces, escondido tras la puerta, espió cuando ella se estaba quitando las extremidades inferiores y una vez que se aseguró de que ya había salido de su casa, le escondió las rodillas en un lugar que sólo él supo, de tal manera que cuando la bruja llegó no las encontró por ningún lado y quedó convertida en un animal sin rodillas hasta que enfermó de tristeza y murió.
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