Durante miles de años los antiguos mexicanos lograron que la planta del maíz pasara a ser una monstruosidad biológica incompetente para reproducirse por medios propios, provocando su dependencia del hombre mediante una simbiosis hombre-maíz, el cual lo elevó a nivel divino mostrando la estima que se le tenía y que aún se le tiene; en algunos lugares incluso se le denomina “Su gracia” y se le ve con reverencia, como se le trata en muchos poblados y rancherías en la ceremonia conocida como tlamana, que significaría “dar de comer a los elotes”.
“Chikomexóchitl tata, chikomexóchitl nana, chikomexóchitl teotiotsi, chikomexóchitl xinola, chikomexóchitl la Reforma…”, se escuchan los rezos del ueuetlákatl o especialista tradicional, quien ha sido invitado por los moradores de la casa para llevar a cabo un ritual donde el principal protagonista es la mazorca del maíz tierno convertida en grano joven: in elotl.
En el inicio de los tiempos, según una leyenda huasteca, una hormiga descubrió el grano de maíz y lo llevó ante los dioses, siendo Quetzalcóatl el encargado de entregarlo a los hombres. Los antiguos pobladores de Huastecapan fueron los primeros que lo domesticaron y cultivaron llamándolo to-nacayo, que significa “nuestra carne”, porque su leyenda decía que el hombre fue hecho por los dioses únicamente de maíz.
Los aztecas transformaron el nombre huasteco y lo llamaron tsintli, aludiendo el alimento a los dioses o teosintli. Aunque el origen del maíz (Zea mexicana) es un misterio, se trata de una planta ampliamente distribuida en territorio mexicano, y su cultivo se remonta a más de 7 000 años de antigüedad. Su nombre proviene del haitiano mahis o mahys, con el cual lo conocieron los españoles por primera vez en la isla Fernandina en 1492.
Los antiguos mexicanos lograron que la planta del maíz pasara a ser una monstruosidad biológica incompetente para reproducirse por medios propios, provocando su dependencia del hombre mediante una simbiosis hombre-maíz, el cual lo elevó a nivel divino: Centéotl, Xilonen, Chicomecóatl, Tlatlauhquicentéotl, Iztaccentéotl son nombres de algunas divinidades que muestran la estima que se le tenía y se le tiene hasta nuestros días; en algunos lugares incluso se le denomina “Su gracia” y se le ve con reverencia, como se le trata en muchos poblados y rancherías en la ceremonia conocida como tlamana, interpretándose como “dar de comer a los elotes”.
Los maseualimej (campesinos), como se designan los nahuas septentrionales de la huasteca veracruzana (municipios de Chicontepec y Álamo Temapache), tienen la creencia de que el maíz tierno es un ser vivo, por lo que no debe tirarse o desperdiciarse debido a que como son niños lloran si se les maltrata, además de que se les requiere alimentar mediante un ritual antes de levantar la cosecha, motivo por el cual el propietario de la milpa contrata los servicios de un especialista tradicional que se le nombra ueuetlákatl (hombre anciano), y dependiendo de su posibilidad económica solicita la participación de un trío de huapangueros que interpretará los sones y huapangos de tlamana durante la ceremonia.
Los familiares, parientes de compromiso (padrinos de graduación) y convidados especiales son invitados a concurrir al banquete que se le ofrece al “elote sagrado” o chikomexóchitl bajo la dirección del consejero o especialista, pues si tal celebración no se practicara habría una mala cosecha para el siguiente ciclo.
El ueuetlákatl solicita al dueño de la casa todo lo necesario para el ritual: un gallo y una gallina, aguardiente, cerveza, refrescos, galletas, café, velas, copal, sahumerio, agua bendita, ramas de limonario, hojas de maíz, flores de sempoalxóchitl, hojas de coyol llamadas koyolxíutl, paliacates o ropa para vestir al maíz y al elote, listones, etcétera; todo lo cual servirá para confeccionar lo necesario para la ofrenda, los adornos y el atuendo.
A modo de purificar la casa, el especialista tradicional efectúa una limpia por medio de una planta urticante, huevos y sahumándola con copal realiza cortes específicos en papel para elaborar los tlatektli o recortes que representan el elote, el chile y el frijol, sustento tradicional indígena.
Frente al altar doméstico el ueuetlákatl reza y sacrifica el gallo y la gallina; las mujeres cocinan las aves mientras los hombres elaboran collares de flores e implementan dos arcos con las ramas del limonario, uno en el interior de la casa y otro en el exterior; algunos invitados traen costales con elotes y cuatro matas de maíz; el especialista le da los últimos toques a los huacales de flores o xochitecómitl, ramos de flores o xochitolontli, peinetas o xochitlakasuastli que representan a los nueve planetas y los manojos de flores llamados maxóchitl, todo servirá de adorno para el maíz sagrado: tierno y maduro.
En una pequeña mesa y frente al altar casero, el ueuetlákatl hace los preparativos para vestir y arreglar al hombre-mujer maíz que en el pasado ciclo agrícola fue Chikomexóchitl y que ahora “recibirá” al niño-niña maíz que dentro de algunos momentos será traído de la milpa; yacen sobre la mesita los ropajes (servilletas bordadas y paliacates), velas, mazorcas, collares, peinetas, manojos y ramos de flores y recortes de papel. El especialista les reza y sahúma con copal y en pocos minutos los convierte en Tenansintli Chikomexóchitl, quien surge ante los ojos de los invitados, luciendo sus mejores galas el hombre-mujer maíz como si fuera Chicomecóatl, deidad azteca de la cosecha y la subsistencia, se le coloca en el altar doméstico y se le proporcionan los “honores correspondientes a su rango”.
Todo está listo para recibir al elote: el niño-niña que viene de la milpa, el ritual continúa y es acompañado con los sones respectivos, los arcos interior y exterior han sido unidos por medio de un mecate con flores o ueyixochimékatl.
En su momento llegan a la casa las personas que traen de la milpa los elotes y las matas de elotes, todos los asistentes los reciben en el arco exterior, mientras en el ambiente flotan los acordes de la música; las matas de elote son enterradas a cada lado del arco: la mata mayor o xiuiyo representa al niño, y la menor, tlamanasontetsi, a la niña.
Delante del arco exterior se implementa un altar sobre el cual se viste y adorna el elote para su fiesta, convirtiéndolo rápidamente en Chikomexóchitl y según la posibilidad del propietario de la casa se les viste, al “niño” y a la “niña”, independientemente el uno del otro; en la mayoría de los casos, sin embargo, ambos se sujetan juntos y así se visten y adornan para formar una unidad que comulga con la cosmovisión primitiva de dualidad que posee la divinidad del maíz.
El ueuetlákatl entra a la casa y entrega a una niña al hombre-mujer maíz que recibirá a Chikomexóchitl, mientras otros niños sostienen velas de sebo y hacen sonar una pequeña campana; todos salen para el encuentro y en el exterior comienza el ritual que le da el nombre a la ceremonia: “dar de comer a los elotes”. Se les sahúma y ofrenda el guisado de gallina, refrescos, cerveza, etcétera; se colocan collares de flores y otros adornos a las matas de elote y a los instrumentos musicales. Literalmente se les da de comer y beber a Chikomexóchitl y a las matas de elote.
El dueño de la casa recibe del ueuetlákatl la cosecha, para luego pasar todos al interior de la casa y colocar en el altar a Tenansintli Chikomexóchitl (maíz) y Chikomexóchitl (elote) e iniciar la labor de estibar al frente del altar y sobre hojas de plátano la cosecha de elote formando un círculo.
A un lado de los elotes estibados se colocan las herramientas de trabajo: azadones, machetes y hachas.
La ofrenda permanece cuatro días y el sobrante de los adornos son guardados junto con Chikomexóchitl, que se encargará, ya como hombre-mujer maíz, de recibir al niño-niña maíz del próximo ciclo, que según su calendario agrícola se presentan dos por año: tonalmilli, de enero a abril, e ipoal (temporal) de junio a septiembre, por lo que la tlamana se realiza dos veces al año: abril y septiembre.
El significado de Chikomexóchitl, “7 flor”, tal vez se perdió en el tiempo, pero no dudo que está ligado al simbolismo y la religiosidad: primero porque el 7 se utiliza esotéricamente, y segundo porque el sufijo xóchitl se relaciona con lo santo o sagrado. En el continente americano todo lo que se relaciona con el maíz tuvo y tiene una fuerte connotación religiosa, es por ello que sus antiguos y actuales pobladores han sido “El pueblo del maíz”.
Fuente: México desconocido No. 307 / septiembre 2002
“Chikomexóchitl tata, chikomexóchitl nana, chikomexóchitl teotiotsi, chikomexóchitl xinola, chikomexóchitl la Reforma…”, se escuchan los rezos del ueuetlákatl o especialista tradicional, quien ha sido invitado por los moradores de la casa para llevar a cabo un ritual donde el principal protagonista es la mazorca del maíz tierno convertida en grano joven: in elotl.
En el inicio de los tiempos, según una leyenda huasteca, una hormiga descubrió el grano de maíz y lo llevó ante los dioses, siendo Quetzalcóatl el encargado de entregarlo a los hombres. Los antiguos pobladores de Huastecapan fueron los primeros que lo domesticaron y cultivaron llamándolo to-nacayo, que significa “nuestra carne”, porque su leyenda decía que el hombre fue hecho por los dioses únicamente de maíz.
Los aztecas transformaron el nombre huasteco y lo llamaron tsintli, aludiendo el alimento a los dioses o teosintli. Aunque el origen del maíz (Zea mexicana) es un misterio, se trata de una planta ampliamente distribuida en territorio mexicano, y su cultivo se remonta a más de 7 000 años de antigüedad. Su nombre proviene del haitiano mahis o mahys, con el cual lo conocieron los españoles por primera vez en la isla Fernandina en 1492.
Los antiguos mexicanos lograron que la planta del maíz pasara a ser una monstruosidad biológica incompetente para reproducirse por medios propios, provocando su dependencia del hombre mediante una simbiosis hombre-maíz, el cual lo elevó a nivel divino: Centéotl, Xilonen, Chicomecóatl, Tlatlauhquicentéotl, Iztaccentéotl son nombres de algunas divinidades que muestran la estima que se le tenía y se le tiene hasta nuestros días; en algunos lugares incluso se le denomina “Su gracia” y se le ve con reverencia, como se le trata en muchos poblados y rancherías en la ceremonia conocida como tlamana, interpretándose como “dar de comer a los elotes”.
Los maseualimej (campesinos), como se designan los nahuas septentrionales de la huasteca veracruzana (municipios de Chicontepec y Álamo Temapache), tienen la creencia de que el maíz tierno es un ser vivo, por lo que no debe tirarse o desperdiciarse debido a que como son niños lloran si se les maltrata, además de que se les requiere alimentar mediante un ritual antes de levantar la cosecha, motivo por el cual el propietario de la milpa contrata los servicios de un especialista tradicional que se le nombra ueuetlákatl (hombre anciano), y dependiendo de su posibilidad económica solicita la participación de un trío de huapangueros que interpretará los sones y huapangos de tlamana durante la ceremonia.
Los familiares, parientes de compromiso (padrinos de graduación) y convidados especiales son invitados a concurrir al banquete que se le ofrece al “elote sagrado” o chikomexóchitl bajo la dirección del consejero o especialista, pues si tal celebración no se practicara habría una mala cosecha para el siguiente ciclo.
El ueuetlákatl solicita al dueño de la casa todo lo necesario para el ritual: un gallo y una gallina, aguardiente, cerveza, refrescos, galletas, café, velas, copal, sahumerio, agua bendita, ramas de limonario, hojas de maíz, flores de sempoalxóchitl, hojas de coyol llamadas koyolxíutl, paliacates o ropa para vestir al maíz y al elote, listones, etcétera; todo lo cual servirá para confeccionar lo necesario para la ofrenda, los adornos y el atuendo.
A modo de purificar la casa, el especialista tradicional efectúa una limpia por medio de una planta urticante, huevos y sahumándola con copal realiza cortes específicos en papel para elaborar los tlatektli o recortes que representan el elote, el chile y el frijol, sustento tradicional indígena.
Frente al altar doméstico el ueuetlákatl reza y sacrifica el gallo y la gallina; las mujeres cocinan las aves mientras los hombres elaboran collares de flores e implementan dos arcos con las ramas del limonario, uno en el interior de la casa y otro en el exterior; algunos invitados traen costales con elotes y cuatro matas de maíz; el especialista le da los últimos toques a los huacales de flores o xochitecómitl, ramos de flores o xochitolontli, peinetas o xochitlakasuastli que representan a los nueve planetas y los manojos de flores llamados maxóchitl, todo servirá de adorno para el maíz sagrado: tierno y maduro.
En una pequeña mesa y frente al altar casero, el ueuetlákatl hace los preparativos para vestir y arreglar al hombre-mujer maíz que en el pasado ciclo agrícola fue Chikomexóchitl y que ahora “recibirá” al niño-niña maíz que dentro de algunos momentos será traído de la milpa; yacen sobre la mesita los ropajes (servilletas bordadas y paliacates), velas, mazorcas, collares, peinetas, manojos y ramos de flores y recortes de papel. El especialista les reza y sahúma con copal y en pocos minutos los convierte en Tenansintli Chikomexóchitl, quien surge ante los ojos de los invitados, luciendo sus mejores galas el hombre-mujer maíz como si fuera Chicomecóatl, deidad azteca de la cosecha y la subsistencia, se le coloca en el altar doméstico y se le proporcionan los “honores correspondientes a su rango”.
Todo está listo para recibir al elote: el niño-niña que viene de la milpa, el ritual continúa y es acompañado con los sones respectivos, los arcos interior y exterior han sido unidos por medio de un mecate con flores o ueyixochimékatl.
En su momento llegan a la casa las personas que traen de la milpa los elotes y las matas de elotes, todos los asistentes los reciben en el arco exterior, mientras en el ambiente flotan los acordes de la música; las matas de elote son enterradas a cada lado del arco: la mata mayor o xiuiyo representa al niño, y la menor, tlamanasontetsi, a la niña.
Delante del arco exterior se implementa un altar sobre el cual se viste y adorna el elote para su fiesta, convirtiéndolo rápidamente en Chikomexóchitl y según la posibilidad del propietario de la casa se les viste, al “niño” y a la “niña”, independientemente el uno del otro; en la mayoría de los casos, sin embargo, ambos se sujetan juntos y así se visten y adornan para formar una unidad que comulga con la cosmovisión primitiva de dualidad que posee la divinidad del maíz.
El ueuetlákatl entra a la casa y entrega a una niña al hombre-mujer maíz que recibirá a Chikomexóchitl, mientras otros niños sostienen velas de sebo y hacen sonar una pequeña campana; todos salen para el encuentro y en el exterior comienza el ritual que le da el nombre a la ceremonia: “dar de comer a los elotes”. Se les sahúma y ofrenda el guisado de gallina, refrescos, cerveza, etcétera; se colocan collares de flores y otros adornos a las matas de elote y a los instrumentos musicales. Literalmente se les da de comer y beber a Chikomexóchitl y a las matas de elote.
El dueño de la casa recibe del ueuetlákatl la cosecha, para luego pasar todos al interior de la casa y colocar en el altar a Tenansintli Chikomexóchitl (maíz) y Chikomexóchitl (elote) e iniciar la labor de estibar al frente del altar y sobre hojas de plátano la cosecha de elote formando un círculo.
A un lado de los elotes estibados se colocan las herramientas de trabajo: azadones, machetes y hachas.
La ofrenda permanece cuatro días y el sobrante de los adornos son guardados junto con Chikomexóchitl, que se encargará, ya como hombre-mujer maíz, de recibir al niño-niña maíz del próximo ciclo, que según su calendario agrícola se presentan dos por año: tonalmilli, de enero a abril, e ipoal (temporal) de junio a septiembre, por lo que la tlamana se realiza dos veces al año: abril y septiembre.
El significado de Chikomexóchitl, “7 flor”, tal vez se perdió en el tiempo, pero no dudo que está ligado al simbolismo y la religiosidad: primero porque el 7 se utiliza esotéricamente, y segundo porque el sufijo xóchitl se relaciona con lo santo o sagrado. En el continente americano todo lo que se relaciona con el maíz tuvo y tiene una fuerte connotación religiosa, es por ello que sus antiguos y actuales pobladores han sido “El pueblo del maíz”.
Fuente: México desconocido No. 307 / septiembre 2002
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