miércoles, 12 de mayo de 2010

LOS COMPADRES

Estos eran dos compadres, uno de ellos tenía dinero, tenía bestias para que le trabajaran la tierra y con ello obtenía abundantes cosechas de fríjol y maíz que vendía en la plaza del pueblo. El otro compadre tenía nada más lo que calzaba y vestía, pero era una persona sencilla y honesta.

Una mañana muy temprano, el compadre rico estaba cargando a su bestia con una gran carga de fríjol y maíz para irlo a vender a la plaza principal del pueblo. En ese mismo momento venía el otro compadre por el camino que bajaba del monte con su carga de leños en la espalda. Éste se detiene al mirarlo y le dice _ ¡ Buen día compadre ! ¿ Qué llevas de carga hoy ? Presuroso el compadre rico cerró la boquilla del costal con un lazo para que su compadre no viera lo que llevaba dentro y le responde _ llevo unos trozos de ollas y cazuelas de barro para venderlas en la plaza, a la gente le gusta y se vende mucho, me dio gusto saludarlo compadre, pero ya me voy. _¡ Que venda mucho ! le dijo el otro compadre y volvió a cargar su tercio de leños que había dejado reposando en el suelo. Mientras caminaba rumbo a su jacal pensaba en lo que le había dicho su compadre acerca de que él vendía mucho los trozos de ollas y cazuelas de barro, y al llegar a su jacal, presuroso comenzó a juntar todos los trozos de ollas, cazuelas y platos de barro que pudo encontrar en el rincón del patio de su jacal donde depositaba su basura, sacudió los trozos de barro y los metió dentro de su morral de ixtle y muy contento se dirigió a la plaza del pueblo para vender sus trozos de barro. Al llegar a su destino, colocó los trozos de barro en el suelo para exhibirlos y poderlos vender; pero pasaban las horas y el sol ya estaba por esconderse y el compadre no vendía nada, en eso un policía que lo estaba observando se acerca y le pregunta _ ¡ Hombre ! ¿ Para qué es esa basura? _ el compadre le responde _ no es basura señor, son trozos de ollas y cazuelas de barro, mi compadre me dijo que él vende mucho de esto aquí en la plaza, y ya no veo que esté aquí porque seguramente ya terminó de vender. El policía enormemente consternado sacó una moneda del bolsillo de su pantalón y extendiendo su mano le dice _ toma, no es mucho, pero para algo ha de servir, y ve a tu casa que ya pronto caerá la noche. El compadre toma la moneda y le agradece con una sonrisa. Toma sus Tepalcates de Barro y los pone en su morral de ixtle. Mientras caminaba en la plaza observando la gran variedad de mercancías que se vendían en ese lugar; pensaba que podía comprar con la moneda que le habían regalado y comentaba para sí mismo _ ¡Qué bonitas máscara venden allí en ese puesto, de niño siempre quise tener una, ¡la voy a comprar!. El compadre se acercó al lugar donde vendían las máscaras y pidió una. Muy contento con su máscara caminaba de regreso al pueblo. Pero ya había caído la noche e iba solito por las veredas en el monte, en eso que mira una luz a lo lejos del camino, se fue acercando más para mirar bien y pudo darse cuenta que era una fogata y alrededor de ella había muchas gentes con aspecto malo, desagradable, ¡eran ladrones!. Fue acercándose sigilosamente mas hacia ellos con la intención de hacer amistad y así poder enseñarles su máscara, se la colocó en el rostro y que salta sorpresivamente de entre los arbustos que lo ocultaban; uno de los ladrones lo miró y gritó _¡ corran! ¡allí viene el duende malo! ¡es el diablo! y dando grandes pasos corrió hacia un barranco, los otros al mirar también al hombre huyeron detrás de él con mucho miedo para escapar de allí _ ¡ no se vayan ! no se asusten, pero los ladrones no quisieron escuchar al hombre y siguieron corriendo llenos de miedo. Se quedó muy triste el compadre, pues ya no pudo enseñarles su máscara, se sentó al lado de la fogata, al voltear la mirada en busca de más leños, estaban dos costales llenos de algo, curiosos por ver que es lo que tenían dentro los abrió y pudo ver que estaban llenos de monedas de oro y plata, los levantó con mucho esfuerzo y los cargó a un caballo que los ladrones habían dejado, y que se dirige de nueva cuenta de regreso al pueblo; era ya de madrugada cuando llegó a su jacal, muy contento descargó a la bestia y guardó el dinero. Al amanecer, tenía mucha hambre y se encaminó al tendajón del pueblo y compró muchas cosas ricas y deliciosas, en ese momento iba llegando su compadre rico, el cual se sorprende al mirar todas las cosas que el compadre pobre llevaba para comer y lleno de curiosidad le pregunta _ dime ¿ De dónde sacaste tanto dinero para comprar todo eso ? Recordando lo mal que se había portado el compadre rico, el otro le respondió _ sólo seguí tú consejo, junté los trozos de ollas y cazuelas de barro y me fui a venderlas a la plaza y con ello saqué mucho dinero. El compadre rico sin decir más, se fue presuroso a su casa y en el camino decía para sí mismo _ ¡ No puede ser que él siendo pobre toda su vida, ahora tenga más dinero que yo ! Si al compadre le resultó lo de las lajas de barro, seguramente a mi me irá mucho mejor. Al llegar a su casa tomó todas las ollas y cazuelas de barro que había en su casa y las rompió, las echó en un costal, las cargó en uno de sus animales y se dirigió a la plaza del pueblo decidido a venderlas. Al llegar a la plaza extendió todos los trozos de barro de lo que fueron ollas y cazuelas en el suelo y como eran bastantes tepalcates estorbaban el paso para la gente que iba de compras a la plaza. Al mirar esta situación, el policía encargado de guardar el orden se acercó a él y le indicó que retirara esa basura del camino, de lo contrario lo llevaría a la cárcel de la agencia municipal por estar alterando el orden, pero el compadre muy enojado respondió que no se quitaría de allí porque él era una persona muy importante, además que lo que el vendía no era basura, sino mercancías que le darían mucho dinero. El policía ya desesperado por la resistencia de éste, que se lo lleva a la cárcel. Estando allí recordaba la manera en que él había engañado antes a su compadre, por lo tanto se lo tenía merecido por haberle mentido.

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